sábado, septiembre 16, 2017

Llueve en Oxford

Sábado, madrugada en un país ajeno
llueve quedito sobre la grama,
como si al cielo gris no le importaran los clichés.
El verdor, sin embargo, timbra
detrás del vaho que sale de mi boca.
La taza de café,
hecho con granos de otras latitudes,
las tuyas,
despide aromas y calor hecho nubosidades
que se forjan y se deshacen
evanescentes, quimeras.
El amanecer mío, que no es mío, es tu noche,
que tampoco es tuya.
Pienso, no concilié el sueño con mi cuerpo
mas me quedé tranquilamente contemplando
tus palabras,
las últimas líneas de la noche
disparadas con cierta atención
y cierto descuido.
Sonrío a pesar del desvelo,
descalza como estoy, como me gusta estar,
sintiendo el frío de la madera húmeda
debajo de mis pies
la conexión milenaria con las vibraciones vegetales
también de otras latitudes.
Volveremos a estar en el mismo plano espacio-temporal,
me pregunto sin preocuparme demasiado
por la realidad de las cosas,
de que no eres mío, ni lo fuiste nunca,
ni lo serás, quizá.
Llueve, suave sobre la grama,
meticulosa como en los demás jardines de Oxford.
Estarás sorbiendo tu café a mi lado,
te imagino, tus libros en mano,
mirando el amanecer desde tu sueño americano.