Llueve en Oxford
Sábado,
madrugada en un país ajeno
llueve
quedito sobre la grama,
como si
al cielo gris no le importaran los clichés.
El
verdor, sin embargo, timbra
detrás
del vaho que sale de mi boca.
La taza
de café,
hecho
con granos de otras latitudes,
las
tuyas,
despide
aromas y calor hecho nubosidades
que se
forjan y se deshacen
evanescentes,
quimeras.
El
amanecer mío, que no es mío, es tu noche,
que
tampoco es tuya.
Pienso,
no concilié el sueño con mi cuerpo
mas me
quedé tranquilamente contemplando
tus
palabras,
las
últimas líneas de la noche
disparadas
con cierta atención
y
cierto descuido.
Sonrío a
pesar del desvelo,
descalza
como estoy, como me gusta estar,
sintiendo
el frío de la madera húmeda
debajo
de mis pies
la conexión
milenaria con las vibraciones vegetales
también
de otras latitudes.
Volveremos
a estar en el mismo plano espacio-temporal,
me
pregunto sin preocuparme demasiado
por la
realidad de las cosas,
de que
no eres mío, ni lo fuiste nunca,
ni lo
serás, quizá.
Llueve,
suave sobre la grama,
meticulosa como en los demás jardines de
Oxford.
Estarás
sorbiendo tu café a mi lado,
te
imagino, tus libros en mano,
mirando
el amanecer desde tu sueño americano.
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