Calle
"ìLo perdí!"me dices, bajando la vista, tu expresión oculta, tu voz desinflando como respiro. Quisiste llegar a esta altura, al martirio, ahora comprendo por qué te fuiste poco a poco.
Ya no me importa el policía que nos está espiando - no me importa su perro que me muestra sus dientes afilados. Dientes que veo en el reflejo del charco que se va formando a tus pies. Dientes que me sonríen, una sonrisa malévola, desde el piso, como un animal podrido, como el que vimos aquel día que me dijiste... con la mata de pelo amarillo aplastado por las tempestades y los dientes... carcajadas de desesperación desde el fondo.
Y veo tus ojos brillosos, tú, Narciso, en el reflejo, luminosos como si tuvieras algo de vida - pero no - estoy harta de ver tus ojos vidriosos de hambre, tu cara demacrada. Me decías que no tenía caso, pero nunca tuviste por qué. Yo te hubiera acompañado. Iba a ser mío también, no sólo tuyo. ¿Por qué la huelga de hambre? ¿Porque te dejó despedazada? No te abandonó el mundo, yo te prometí hacerlo juntas...
La mancha de sangre crece. Tiemblo de rabia y aún no dices nada: Out Damned Spot! La culpa es tuya, no la acepto. Tú lo mataste, te estás matando. Tambaleas y te veo caer. ¿Te dejé caer? ¿Te dejo caer?
El abismo nos rodea y no puedo decírtelo, no podía decirte aunque te observaba resistir fieramente, tu cuerpo desvaneciéndose en vez de crecer como debiera. No te decía nada, nadie te decía nada, nadie se atrevió...
Lo perdiste, lo perdiste y estás borracha, y ahora te estás cayendo al hoyo, al fondo del mar, en la negrura de la noche, en la mancha carmesí que se expande allí, donde se ríen los dientes del perro, allí donde tus pies tiemblan, se equivocan... Me miras desde abajo, ojos brillosos de lágrimas, "Iba a ser nuestro," me dices, lloriqueando, con tu rostro retorcido de dolor. Qué cruel me veo, viéndote desde arriba, adolorida y sangrando las últimas gotas de su vida. No me puedo arrancar - me tienes atorada - las manos atadas, manchadas de tí. Me suplicas clemencia y veo rojo, veo dientes blanqueados por las lluvias, veo la oscuridad que nos rodea, como tiburones que percibieron la sangre que tú derramas. Te vienen a devorar, pienso.
Te tomo entre mis brazos, te levanto. No pesas nada, no pesas más que esa mata de pellejo podrido. Te recargo, acuesto tu cuerpo contra mi vientre. Te quiero gritar, te quiero aventar, te quiero... y aún no hablas. Tampoco me escuchas. Acaricio tu mejilla hundida, tu boca entreabierta enseña los dientes que antes reflejaban la luz. Te arrullo sobre mis piernas como si fueras él, cuya existencia negaste. Te canto y sollozo, meciéndote con movimientos del mar, sin embargo, nunca te pude alimentar. Mis lágrimas se mezclan con tu cabello, diluyen la mancha espesa, rompen el espejo en el cual te miras.
"Así la encontramos," me dice una voz, afilada como los colmillos de su perro, "ahí viene una ambulancia." Pero ya no oigo mas, solo veo: rojo, la sangre, la impotencia, azul, el mar profundo, negro, la ausencia de luz. Te culpo, me culpo. No siento los tiburones que atacan mi pecho, que destrozan mis huesos. ìYa vienen por ti - te van a devorar!
México, 1998
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