miércoles, mayo 30, 2007

Querido corazón

Te escribo desde esta orilla para contarte algunas cosas. Cuando te fuiste, me dolió, nos dolió, porque no entendíamos por qué. ¿En qué consiste esa necesidad de tocarnos, llenarnos de tus bellas mentiras, tus cuentos, tu risa, tu fuerza? Y después... ya sanos, dejarnos a tambalear en nuestros pequeños barcos inútiles. Pregunto.

Tú me encontraste en un momento débil (como si no todos los momentos lo fueran) en el cual me habían abandonado. Lo digo en plural, aunque sea singular, porque se sintió como un éxodo masivo, un desalojamiento, un vacío. Tú me llegaste por una nada, una palabra, una correspondencia. Me desviaste el rumbo suicida. Digo. Metafóricamente. Me dijiste que no dejara de escribir, me tomaste la mano, de lejos, de un lugar desconocido, Oregon, Georgia, Río de la Plata, con las botas militares, el cigarro en la boca, y tanta tanta carga erótica que nos hiciste gemir a todas, o todos, nos diste aliento en la oscuridad. Nos diste... pues, nos diste a nosotras mismas. Sin ti, no habría Ale, sin Ale... me faltaría no sólo una gran escritora, sino también mi cómplice, mi hermana, mi amiga... la que no conozco en carne y hueso, pero que está muy presente.

Te extrañamos terriblemente, eso sí. Nos llenaste de mentiras y de lindas, lindas palabras, un guiño de ojo, un chiste, una pista. Tu corazón no era tan frío como nos harías creer, y aunque juré que te ibas a morir, no sabía que era una muerte metafísica... no entendía, sin embargo, te amé... Sí, te lo digo así, como amiga, como hermana, como compañera, amé tu mente, pura, oscura, llena de secretos, despistes, terrores, dolor. Solitario y universal, nos llegaste, como todos nos llegamos, de suerte, por casualidad... o será por causalidad.

A veces me pregunto, porque este mundo es tan vasto, y te buscamos, te busqué por cada rincón, cuando te fuiste. Volteé cada roca, en busca de lo que nunca había. Te extrañé, extrañé tu extrañeza, tu entrañable transparencia, u opacidad. Da igual. No eras tú, sino la voz que quería oír, que necesitaba oír, en la oscuridad, en mi oscuridad. Me estrechaste la mano cuando sentí que me caía al abismo, cuando el vacío era tal que no sabía por dónde comenzar. Por dónde acabar. Me había abandonado mi razón de ser, de nacer, desaparecida, al éter. No era tanto la necesidad de ser necesitada, porque pronto me di cuenta que no era tan así, era la necesidad de los ojos, los que sostuvieran la mirada, mi mirada, la de narciso, la de su eco, fuiste un eco, para mí, para muchos... y después, como si nada, te fuiste a sembrar otras cosechas... me imagino que sí.

Yo soy así, en el fondo, cuando la cosa se convierte en hábito, y el grupo impone sus expectativas cada vez más difíciles de aguantar. Huyo, huyo como gaviota, como mujer sin sombrero, sin abrigo, corro, vuelo, desaparezco entre las olas. Así te imaginé, entre las olas, cuando las mentiras, las bellas historias, derrumbaron bajo el peso de la cobardía... no la tuya, precisamente, ni la mía, ni la nuestra... la cobardía de ser... la cobardía de dejarnos conocer.

Me dijiste, una vez, que era la chica que sabía demasiado, que salí de una película de mafiosi... si los deseos se hicieran reales, eso sería, sin duda. Mas no lo soy, no sé nada, sólo supongo, y supongo mal. Muy poco importa, porque lo que cuenta para mí, y para ti, para nosotros los que andamos solitarios por el mar, por el mundo, por la noche infinita, es la historia en sí, cómo se cuenta, como se narra la esperanza hecha luz, y palabra, sudor, sangre, óleo, lienzo, pantalla. Es un mundo de espectáculo, un mundo cuyos preceptos desconocemos al entrar, que no nos prepara por nuestra propia perdición. Tú me enseñaste muchas cosas. Tú nunca supiste lo que significaste para mí. Nunca te lo conté porque parecía demasiado, porque había la vida entera para contarse, y porque resultaba ridículo sentirse como me sentí, en el verano, triste, sola, rodeada de miedo, y libros, soledad y espesor. Ese verano que sentí que me faltaba el aire, porque me lo quitaron, cuando creí que no había un sólo lector en el mundo que me completara el circuito... Estuviste tú. Estuviste y no, no exististe realmente, más allá de mi imaginación, de nuestra imaginación colectiva. Como el borracho del vecindario, y la ex-novia que te encontró en un café. Eran fantasías que jamás pudiera yo haber imaginado que necesitara, sin embargo, me salvaron, en el vasto desierto, al borde del cual me paro otra vez, pero que ya no se siente tan vasto, ni tan desierto, porque rescataste algo, lo que otro había encaminado, tú lo regaste en su ausencia, lo cuidaste, me volviste a dar el aliento.

Te lo escribo hoy, porque hoy pensé en ti... hace mucho que no, mucho que te me has borrado, poco a poco. Mucho que te extrañamos, pero que por orgullo, no se te reclamó nunca. Hoy se me ocurrió buscarte otra vez, como otras muchas veces, antes, hace un año... seis meses. Del olvido... no me quiero acordar, pero aun así, recuerdo, y hoy, te cuento, hoy que te busqué, hoy que sentí que volvía a mirarme en el espejismo del abandono, del vacío arenoso del silencio, de la huida de los ojos, mis ojos, los que han aprendido a quererme, o los que me han rechazado una vez más, hoy, frente a la ausencia de esos ojos, te busqué... y allí estabas... palpitante... de palo, tal vez, de hojalata y de cal, qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera... que volvieras a la vida, carne y madera.

2 Comments:

Blogger Solentiname said...

Yo también extraño mucho mucho a Yuré. Sin él no habría ni Ilana ni Soles ni Anchas Alamedas. Y sí lo busqué, pero no supe cómo encontrarlo. Y no quise reclamar porque ya habíamos reclamado tres veces antes. No fue orgullo, fue respeto por su decisión. Pero lo extraño y lo extraño mucho.

7:12 a.m.  
Blogger ilana said...

érase una vez, una niña muy sola, tenía dos caras y ninguna daba a la luz. Había un mago, un maestro de las artes de simulacro...y tomó entre sus manos, en una suerte de nigromancia o de baile ritual, el corazón de ella y la estrujó para que se pudiera ver en el espejo y entregarse a la luz, y a si misma...

y te veo en el reflejo

2:48 p.m.  

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